lunes, 1 de febrero de 2021

Actividad FINAL: Administración de proyectos y marco lógico





1.  Responde a las siguientes preguntas:

a) ¿Qué es un proyecto? ¿Cuáles son sus características?
b) ¿Qué etapas comprende el ciclo del proyecto?
c) ¿Qué es y para qué sirve el enfoque o método del marco lógico?
d) ¿Cuáles son los pasos del enfoque o método del marco lógico?
e) ¿Cuál consideras que será la utilidad de la planeación estratégica para tu profesión?

2. Consulta los siguientes textos: 

Capítulos VIII, IX y X de  Manuel GÓMEZ. El ciclo del proyecto de cooperación al desarrollo
Guía del PMBOK. 

3. En caso de que consultes otras fuentes de información. DEBES CITARLAS.

 Utiliza el formato: 

Envía tus resultados a jccruz2000@yahoo.com a más tardar el 13 de FEBRERO de 2021.


lunes, 18 de enero de 2021

Sesión del 12 de diciembre de 2020

 Consulta la clase del 12 de diciembre de 2020, AQUÍ...

La Planeación Estratégica en la Administración Pública



Reinventando el gobierno (Osborne y Gaebler)

La obra de David Osborne y Ted Gaebler, "Reinventing government: How the entrepreneurial spirit is transforming the public sector", publicada en 1991, transformó radicalmente la visión y perspectivas de la gestión pública norteamericana. En poco tiempo, sus principios fueron adoptados por varios gobiernos estatales y municipales, lo que provocó el surgimiento de un gran movimiento cívico en Estados Unidos para reinventar el gobierno.

La propuesta de Osborne y Gaebler coincide con los postulados básicos de la nueva gestión pública. Advierte la necesidad de transformar las añejas y anquilosadas estructuras burocráticas y remplazarlas por “instituciones extremadamente flexibles... que ofrezcan bienes y servicios de gran calidad y que aprovechen al máximo todas sus energías... responsables ante sus clientes, que brinden opciones de servicios no estandarizados; que gobiernen más por la persuasión y los incentivos que mediante órdenes; que creen en sus empleados un sentimiento de significado, de control...”

El concepto de “gobierno empresarial”, Osborne y Gaebler sugieren seguir un mapa integrado por diez principios –que de ser leído adecuadamente- conducirá a reinventar el gobierno –a liberar nuevos modos de pensar y actuar-.

- El gobierno como catalizador es el principio básico de la propuesta; implica convertir al gobierno en un ente facilitador, promotor, coordinador, que armonice y active las iniciativas de los sectores privados, comunitarios y otras organizaciones no gubernamentales para la búsqueda de soluciones a los problemas de la sociedad.

- El gobierno como ente competitivo supone el establecimiento de criterios de competencia en la prestación de servicios mediante la eliminación de los monopolios gubernamentales y la liberación de las fuerzas del mercado.

- El gobierno inspirado por misiones consiste en minimizar las reglas que ciñen la actividad gubernamental  y orientarla en función de la misión y objetivos organizacionales.
- El gobierno orientado hacia los resultados implica cambiar la prioridad, de los insumos y los procesos a los resultados.

- El gobierno orientado hacia los clientes reconoce la importancia de servir a los ciudadanos.

- El gobierno empresarial consiste en dirigir la autoridad y responsabilidad del gobierno hacia obtener dinero en vez de gastarlo, y motivar a los empleados con diversos incentivos para lograr este objetivo.

- El gobierno descentralizado sugiere otorgar mayor grado de autoridad para tomar decisiones a los funcionarios en los niveles más bajos de la organización; significa delegar autoridad; conferir poder decisional a las unidades y empleados.

- El gobierno de la comunidad tiene como objetivo fortalecer las comunidades y la participación de los ciudadanos en las decisiones gubernamentales.

- El gobierno orientado al mercado explora la idea de utilizar los mecanismos del mercado para ofrecer servicios públicos.

- El gobierno previsor reconoce el valor de planificar el futuro y que “un número cada vez mayor de instituciones públicas intenta hacerlo utilizando una disciplina del sector privado conocida como planificación estratégica”.

La planeación estratégica aparece aquí como el proceso que permite examinar la situación de una comunidad u organización y su trayectoria futura. Implica el análisis de la situación, tanto interna como externa; la identificación de situaciones clave; la definición de la misión; la articulación de las metas básicas; la creación de una visión; el desarrollo de estrategias; el establecimiento de un calendario; y el diseño de un sistema de evaluación.

David Osborne se convirtió en el asesor principal del vicepresidente Al Gore en el diseño y elaboración del Informe para la Revisión del Rendimiento Nacional (National Performance Review-NPR), cuyo objetivo era transformar el funcionamiento del gobierno federal y abaratar sus costos utilizando la estrategia del llamado gobierno empresarial. Las ideas de Osborne y Gaebler se convirtieron oficialmente en el marco conceptual y filosófico para orientar el proceso de reforma gubernamental del sector público durante la administración del Presidente Clinton.

En este contexto, el Congreso norteamericano presentó al Presidente el documento “El Desempeño Gubernamental y sus Resultados. Acta de 1993” (Government Performance and Results. Act of 1993) en el cual se expuso un diagnóstico del funcionamiento de las instituciones federales y una serie de recomendaciones para remediar los problemas. Entre ellas, destacó la obligación de las agencias federales de presentar ante la Oficina de Administración y Presupuesto (Office of Management and Budget) y el Congreso su plan estratégico, sus planes anuales y su presupuesto correspondiente.

El Acta de 1993 pretendió incrementar la confianza de la gente en la capacidad del gobierno mediante el establecimiento de programas de medición del desempeño y  promoción de la orientación hacia resultados, la calidad de servicio, y la satisfacción del cliente. Adicionalmente, señaló la obligación de cada entidad pública de presentar al Congreso su plan estratégico, incluyendo los siguientes aspectos:

- una declaración detallada de la misión de la entidad explicando todas sus funciones y operaciones;
- un listado de los objetivos generales y metas para las funciones y operaciones más importantes;
- la descripción de cómo se llegará a las metas y objetivos propuestos, incluyendo el proceso de operación, el uso de tecnología, personal, capital, información y otros recursos;
- una identificación de los factores externos a la entidad, que están fuera de su control y que puedan afectar la realización de las metas y objetivos; y
- la descripción de un programa de evaluación que se usará para establecer una revisión general de las metas y objetivos. Asimismo, establece que el plan estratégico deberá cumplir un período no menor a cinco años y será actualizado y revisado por lo menos cada tres meses.

La planeación estratégica en la administración pública mexicana: los primeros pasos.

Desde la época de Lucas Alamán, en 1842, se había percibido la necesidad de contar con información estratégica para el desarrollo económico del país.

El Presidente Calles, en 1928, estableció las Comisiones de Eficiencia y el Consejo Nacional Económico con la finalidad de realizar un diagnóstico de la situación económica y social nacional.

Durante el Gobierno del Presidente Ortiz Rubio, se promulgó la Ley Sobre Planeación General de la República de 1930, con el objetivo de elaborar estudios, planos y programas que dieran sustento al diseño del plan nacional de México.

La idea de formular un plan para dirigir el desarrollo nacional está presente en 1934 y en 1941 y es el “partido en el poder”su principal protagonista al elaborar dos planes sexenales para las campañas de sus candidatos, con el propósito de que al asumir la presidencia fueran retomados como plataforma de gobierno.

Para 1947 se promulgó la “Ley para el Control del Gobierno Federal, Organismos Descentralizados y Empresas de Participación Estatal” que asignaba a la Secretaría de Hacienda y Crédito Público la tarea de presentar al titular del Ejecutivo un plan general de operaciones con carácter obligatorio.

El “Plan de Acción Inmediata 1962-1964” elaborado por la Comisión Intersecretarial para la Planeación Económica y Social, reflejaba más la necesidad de obtener apoyo financiero que la preocupación por resolver las necesidades económicas nacionales reales. Su objetivo primordial consistió en aumentar el dinamismo del mercado interno mediante la regulación económica y la mejora en la distribución del ingreso.

Durante el gobierno del Presidente López Mateos se creó la Secretaría de la Presidencia, a la que le fueron encargadas las tareas de planeación, coordinación y vigilancia del gasto público y de los diversos programas de inversión de la administración pública.

Durante el gobierno del Presidente Díaz Ordaz se integró la Comisión de Administración Pública al interior de esta Secretaría. La CAP tuvo bajo su responsabilidad de elaborar un diagnóstico de los sistemas y métodos de organización y funcionamiento de las entidades y dependencias del sector público, que sirviera como base para realizar la reforma administrativa correspondiente.

Siguiendo el mismo estilo del “Plan de Acción Inmediata 1962–1964” se formuló el “Programa de Desarrollo Económico y Social de México 1966-1970”, conocido también como “Plan de Acción del Sector Público”.

Para el siguiente sexenio -1970-1976- el gobierno del Presidente Echeverría, tomando en consideración algunas recomendaciones de la CAP, estableció las Unidades de Programación en el sector central y paraestatal del gobierno federal e instaló la Comisión Coordinadora y de Control del Gasto Público con el objetivo de sentar las bases para la implantación del presupuesto por programas mediante el control permanente, el seguimiento y la evaluación del gasto presupuestal.

Posteriormente, en la administración del Presidente López Portillo, como respuesta a la problemática que representaba el crecimiento desmedido del aparato gubernamental y su consecuente desequilibrio, se promulgó la Ley Orgánica de la Administración Pública Federal, que buscaba darle consistencia al Sistema Nacional de Planeación, a través de proponer la formulación de un Plan Global, como documento rector que propiciaría la formulación de los planes sectoriales e institucionales.

El presupuesto por programas constituyó el marco metodológico para la planeación nacional, sectorial y regional durante este período.

En 1982, a partir de las modificaciones a los artículos 25 y 26 constitucionales se creó el Sistema Nacional de Planeación Democrática (SNPD) estableciendo con ello, la base para el diseño y la formulación de las políticas públicas.

La creación del SNPD, además de implicar reformas a los artículos 25 y 26 constitucionales, requirió de la promulgación de una nueva Ley de Planeación, y de cambios en la Ley Orgánica de la Administración Pública.

En la el artículo 13 de la Ley de Planeación se estableció que el proceso de planeación democrática consistiría en “las actividades conducentes a la formulación, instrumentación, control y evaluación del Plan Nacional de Desarrollo y los programas respectivos”.

En 1995, el Programa de Modernización de la Administración Pública (PROMAP) se expresó el interés por modernizar la organización, los métodos y los procedimientos de la gestión pública.

El PROMAP quedó bajo la responsabilidad directa de la Secretaría de Contraloría y Desarrollo Administrativo (SECODAM).











martes, 15 de diciembre de 2020

Material de apoyo para la actividad 3

 

Videos:


Componentes del modelo de planeación estratégica.



De manera general, en el diseño de una plan estratégico pueden identificarse seis etapas básicas: la definición de la misión; la construcción de la visión, la preparación del diagnóstico interno y externo; la determinación de objetivos; el establecimiento de estrategias, políticas y líneas de acción; y la evaluación permanente de los logros y alcances de la organización.



1. La definición de la misión. 

La misión expresa la razón de ser y de existir de la organización -su función esencial y sus fines últimos-. Responde a las preguntas ¿quiénes somos? y ¿cuál es la razón de nuestra existencia?

La formulación de la misión tiene efectos positivos en el desempeño de la organización:

  • distingue a la organización de otras en el mismo campo de actividades; 
  • facilita el logro de consensos y previene contradicciones y conflictos; 
  • es el marco más lógico de referencia para guiar la evaluación general presente y futura de las actividades institucionales; 
  • define el espacio en que los principales recursos, principios, valores, expectativas, responsabilidades y esfuerzos creativos serán comprometidos;
  • es la referencia más apropiada -tal vez la única- para trabajar en el diseño congruente de objetivos generales, políticas y estrategias; 
  • orienta la gestión de recursos;
  • sirve como base para que las diferentes unidades de la organización formulen sus propias misiones específicas; 
  • vincula a las metas y objetivos con la estructura y los procesos de la organización; 
  • y facilita la integración de un clima organizacional que puede atraer y motivar a la gente involucrada, interna y externamente. 

La misión debe reflejar la utilidad social de la organización. La utilidad social se deriva de ofrecer un producto o servicio atractivo a un costo aceptable, en la cantidad suficiente, en el momento adecuado y en el lugar correcto.

En la siguiente tabla se proponen una serie de elementos factibles de ser incorporados en la declaración de la misión.



2. La construcción de la visión.

La visión representa la imagen del futuro deseable y posible que cimienta la construcción del plan y estimula su instrumentación. Sin una visión, la planeación pierde su potencial de realización y se reduce a un ejercicio de corto plazo. La visión nos recuerda que las cosas pueden ser de otro modo y que para hacerlas realidad, es necesario comenzar hoy a construir los puentes que nos aproximen, poco a poco, a ellas.

En la planeación estratégica, la visión exige imaginar una respuesta a las preguntas: ¿qué queremos ser?, ¿dónde queremos estar?, ¿podrían ser las cosas de otra manera?, ¿existe alguna alternativa?, ¿qué es necesario cambiar? y ¿cómo puede la organización hacer diferente la vida de la sociedad y la vida de sus miembros? Responder, uno a uno, estas interrogantes es una labor compartida entre todos los integrantes de la organización en la que se busca obtener un consenso amplio y un sólido compromiso de cada uno de ellos.

La visión pone en movimiento a la organización, al:

  • inspirar y motivar a los actores internos y externos; 
  • inyectar entre sus integrantes energía, compromiso y sentido de pertenencia que redundan en mayor desarrollo y productividad. 
  • proveer dirección y abrigar una esperanza de triunfo y realización; 
  • reconocer y aprovechar mejor las oportunidades y las amenazas.
  • facilitar su adaptación frente al cambio permanente.

3. La preparación del diagnóstico: interno y externo.

El diagnóstico es una imagen de la organización y de su entorno en la que pueden reconocerse todos aquellos elementos que favorecen u obstaculizan el cumplimiento de la misión. Responde a las preguntas ¿Cuáles son nuestras fortalezas y debilidades? ¿Qué oportunidades y amenazas recibimos del entorno?

Las fortalezas permiten a la organización aprovechar las oportunidades, o bien protegerla de las amenazas del medio ambiente. Por el contrario, las debilidades impiden que la organización aproveche cualquier situación favorable o se vea indefensa frente a los riesgos. Tanto las fortalezas como las debilidades mantienen una interacción permanente con el entorno de la organización.

Por su parte, una oportunidad es cualquier elemento o circunstancia, controlado o no, del medio ambiente, que explotado estratégicamente, contribuye a lograr los objetivos de la organización. Por el contrario, una amenaza es cualquier fuerza, evento, hecho o actor del medio ambiente que representa una desventaja, riesgo o daño total o parcial para la ejecución de cualquiera de las actividades de la organización. Es preciso reconocer las amenazas para evitar o para reducir su impacto.

La identificación y el análisis de las fortalezas, debilidades, amenazas y oportunidades corresponden a una unidad o equipo especializado dentro de la estructura de la organización, que puede apoyarse en un comité o grupo especial de expertos que conduzca el proceso y aconseje a los tomadores de decisiones. La creación de un grupo de expertos facilita la identificación y recopilación de la información relevante para el análisis de los insumos y procesos de la organización. Es necesario que sus integrantes conozcan a fondo la institución y cuenten con reconocimiento e identificación entre sus compañeros y superiores. Al interior del grupo pueden formarse dos subgrupos, uno para recopilar e integrar los datos y otro para analizar la información y presentar los resultados.


4. Determinación de objetivos y metas.

Los objetivos son el estado, situación o resultado futuro que se quiere lograr en función de la solución de problemas y la atención de necesidades. Las metas están asociadas a los objetivos dado que establecen un nivel o grado de avance o logro para los mismos.



5. Establecimiento de estrategias, políticas y líneas de acción.

La formulación de estrategias, políticas y líneas de acción permite a la organización instrumentar el plan estratégico. En general, su diseño deriva de la pregunta ¿Cómo alcanzaremos nuestros objetivos?.

a) Formulación de estrategias. 

Las estrategias constituyen el conjunto lógico de decisiones necesarias para tomar un curso de acción apropiado en la ejecución de un objetivo. Integran todos los movimientos y actores de la organización y los enfoques que la dirección usa para cumplir la misión de la organización. 

La estrategia es una herramienta que permite, en el largo plazo, alcanzar objetivos determinados. Los objetivos son los fines y la estrategia el medio para concretarlos. Esto implica que para la ejecución de un objetivo específico pueden existir muchas combinaciones posibles, y por lo tanto, estrategias alternas.

En la siguiente tabla se sugiere una serie de preguntas diseñadas para orientar el diseño de la estrategia. 



b) Diseño de políticas. 

A diferencia de las estrategias, las políticas no contienen acciones. La función esencial de las políticas es orientar las decisiones y el comportamiento de la organización en una dirección determinada.

Entre las funciones que cumplen las políticas se encuentran:
  • establecer límites y restricciones a acciones diversas;
  • abrir nuevas posibilidades a la creatividad;
  • determinar las expectativas de las diferentes áreas de la organización;
  • mejorar la coordinación entre las unidades técnicas y de gestión;
  • estimular la toma de decisiones; y
  • promover la delegación de autoridad y responsabilidad. 

c) Definición de líneas de acción.

Las líneas de acción o tácticas permiten definir tareas y actividades oportunas y concretas, que estructuradas coherentemente se ejecuten en un plazo establecido para alcanzar las estrategias definidas. 

El proceso de definición de las líneas de acción es una actividad continua. El grado de contribución de cada acción al logro de las estrategias determinará su ratificación, innovación o eliminación.

Las líneas de acción pueden aterrizarse en proyectos.

domingo, 6 de diciembre de 2020

Innovación y aprendizaje en la planeación estratégica




La reconstrucción del campo de la planeación estratégica ha generado un interesante mapa conceptual, donde, lo mismo confluyen voces experimentadas que reconstituyen viejos conceptos, que surgen ideas innovadoras que fincan las bases para la creación de nuevos paradigmas. La emergencia de la administración japonesa; el modelo de los “siete círculos” o “siete eses (7S)” de McKinsey; la planificación por escenarios; el incrementalismo lógico; y la planeación interactiva o prospectiva, son sólo algunos de los enfoques más relevantes en estos últimos años.

La emergencia de la administración japonesa. 

El éxito de la administración japonesa motivó a numerosas empresas a tratar de adoptar sus métodos de trabajo. Una virtud de la administración japonesa consistió en revisar los procesos de producción masiva y transformarlos bajo su propia óptica. En la década de los años cincuenta, Kiricho Toyoda y Taiichi Ohno, dos jóvenes estudiantes de administración, después de visitar diversas industrias norteamericanas, sentaron las bases de un nuevo sistema de producción enfocado a evitar los desperdicios en las materias primas, los esfuerzos y el tiempo. Bajo el concepto de “justo a tiempo” cambiaron el enfoque de la producción de economías de escala a economías de tiempo.

Otra aportación relevante es la doctrina de mejora continua o kaizen que garantiza la innovación y la creatividad dentro de la organización. Sin embargo, el mayor éxito de la administración japonesa consistió en combinar procedimientos incrementales de corto plazo –centrados en mejoras de procesos de producción- con concepciones estratégicas de largo plazo –basadas en visiones, misiones y decisiones consensuadas-. En efecto, las personas y los grupos de trabajo juegan un rol fundamental para la administración japonesa. Muchas decisiones surgen de procesos horizontales de consulta. El liderazgo, en sí, asume rasgos poco convencionales; es más modesto y reservado y deja que las decisiones broten por sí mismas. La formación de estrategias también es característica; a diferencia de occidente donde se plasman en planes formales, en Japón es generada por toda la organización y expresada, más en términos de visiones y/o misiones, que de planes formales.

El modelo de los “siete círculos” o “siete eses (7S)” de McKinsey.

A principio de la década de los ochenta, Thomas Peters y Robert Waterman, consultores de McKinsey, basados en una extensa investigación en 75 empresas de alto desempeño, propusieron un modelo de carácter integral que mostraba los factores que los directivos deberían considerar, no sólo en la formulación de planes estratégicos, sino también en su proceso de ejecución. Éste se popularizó con la formula mnemotécnica de “siete eses” (7S).


Para Peters y Waterman, la conjunción adecuada de estos factores podía garantizar que cualquier empresa superara las adversidades económicas del contexto e iniciara su camino al selecto grupo de empresas de “excelencia”. En el esquema, con forma de diamante, se proyecta la interrelación de siete variables, tratadas en forma independiente: estructura (structure); estrategia (strategy); personas (staff); estilos de gestión (style); sistemas y procedimientos (systems); cultura, ideas orientadoras y valores compartidos (shared values); y posibilidades, habilidades o destrezas empresariales presentes o esperadas (skills).

Como se aprecia, el centro del diamante es ocupado por los aspectos culturales en torno a los cuales son alineados todos los demás factores. Esto motivó a Henry Mintzberg a ubicar este modelo dentro de la “Escuela Cultural” por su inclinación hacia factores poco convencionales para la planeación formal.

En efecto, el modelo de McKinsey rompía con una larga tradición racionalista en la administración, que había nacido desde 1962 con la publicación de Strategy and Structure de Alfred Chandler, que consideraba como un hecho que de planes estratégicos bien diseñados deberían brotar con facilidad las estructuras organizativas más adecuadas.

Peters y Waterman reconocen que si bien la visión de Chandler había funcionado correctamente desde la posguerra hasta la década de los años setenta, la estrategia y la estructura no deberían ser los únicos elementos a considerar en el proceso de planeación estratégica. De su investigación se desprende, por una parte, que la estrategia rara vez puede dictar soluciones estructurales únicas; por otra, que el fracaso de la planeación se encuentra en el proceso de ejecución y adaptación continua debido a la falta de atención en las “eses blandas” o “software de la organización”: los sistemas y procedimientos formales e informales; el estilo o personalidad del equipo; el desarrollo, motivación, moral, actitudes y aptitudes del personal; los atributos o capacidades extraordinarias de la organización; y el conjunto de valores y aspiraciones no escritos que guían el rumbo de la organización.


El incrementalismo como forma de construcción de la estrategia. 

Esta corriente de pensamiento tiene sus orígenes a finales de la década de los años cincuenta, con la publicación del artículo de Charles Lindblom “The science of muddling through”, en 1959. En su propuesta, Lindblom advierte que la creación de políticas y estrategias no es el proceso ordenado y controlado que pregonaban las escuelas del management racional, sino que sigue por un camino caótico, desorganizado y azaroso, donde los implicados tratan de enfrentar a un mundo saturado de problemas demasiado complejos para ellos. Pretende clarificar y formalizar el que él denomina “método de las comparaciones limitadas sucesivas” contraponiéndolo al “método racional exhaustivo u omnicomprensivo” tradicional que, si bien es ampliamente conocido, no resuelve las necesidades reales de la administración.

Para contrarrestar estos efectos y lograr una planeación más efectiva, Braybrooke y Lindblom desarrollaron el método del “incrementalismo disjunto” que se fundamenta en suprimir la pretensión de solucionar completamente un problema en una sola oportunidad, para en vez de ello, concentrarse en cambios pequeños y sucesivos que de forma “incremental” puedan acercarse a metas mayores. Entre sus características sobresalientes, se advierten: el énfasis en los incrementos hacia las metas estipuladas; la reducción de las alternativas a analizar; el ajuste de los fines a los medios sobre todo cuando éstos son inexistentes o inadecuados para lograr los primeros; la evaluación en secuencia de las acciones; y la idea de que la planeación es una labor permanente retroalimentada por los efectos de acciones incrementales.

Henry Mintzberg afirma que las ideas de Lindblom señalaron el camino de la “Escuela del Aprendizaje” que recomienda a las organizaciones desarrollar su capacidad de aprender en el tiempo para responder efectivamente a las demandas de un mundo complejo.

Esta escuela es, en principio, antagónica a los modelos formales de planeación.  James Quinn afirma que los pecados de la planeación formal radican en excluir factores cualitativos vitales, organizacionales y de comportamiento, que influyen determinantemente en el éxito de una estrategia en una situación determinada. En su propuesta que denominó “incrementalismo lógico”, Quinn señala que pretende desarrollar -en la mente de los directivos- patrones coherentes que guíen a la organización en una dirección determinada. El eje articulador de las decisiones lo constituye un conjunto de subsistemas estratégicos encargados de atender problemas específicos en una forma disciplinada, pero que, al mezclarse de manera incremental, se transforma en un nuevo consenso de acción, compartido ampliamente entre los elementos clave de la administración superior, que emerge como la estrategia de la organización.

La combinación de prácticas formales de planeación y acciones incrementales amplían significativamente las capacidades de la organización. Las primeras aportan una visión de futuro, sistemas de comunicación rigurosos y crean un escenario psicológico y de información que permite a los administradores calibrar las decisiones de corto plazo; y las segundas, a través de pequeños cambios, producen grandes transformaciones en la orientación a largo plazo y estimulan el compromiso y la participación en todos los niveles. La planificación formal permite institucionalizar el incrementalismo. Quinn afirma que los planes sirven como un marco de trabajo para guiar y proporcionar consistencia a las decisiones futuras que son hechas incrementalmente.

El diseño de estrategias no es un proceso de premeditación, sino de aprendizaje, en el cual los límites entre formulación y aplicación son difíciles de distinguir. Reconocer la posibilidad de que la estrategia pueda surgir de cualquier lugar de la organización provoca que el aprendizaje se convierta en un proceso colectivo capaz de generar visiones compartidas.

jueves, 19 de noviembre de 2020

Actividad 3. Definición y aplicación de conceptos sobre planeación estratégica



Consulta los siguientes textos:


Completa la tabla PEGP_Tarea_III_Nombre del alumno. Describe cada concepto (¿Qué es?) e indica los pasos para construirlo o integrarlo en un ejercicio de planeación estratégica (¿Cómo de integra?).


Envía tus resultados a jccruz2000@yahoo.com a más tardar el  12 de diciembre de 2020.


La caída de la planeación estratégica: la llegada de los consultores y el análisis de cartera


A mediados de la década de los años setenta inició para la planeación estratégica una nueva etapa. Florecieron los especialistas en planeación y se comenzó a fortalecer el desarrollo de técnicas, estructuras y equipos especializados en planeación estratégica. Empresas consultoras como The Boston Consulting Group y McKinsey consolidaron su liderazgo en la formulación de planes estratégicos en Estados Unidos y Japón, y estimularon el desarrollo de la lucrativa industria de la consultoría.

El financiamiento de la empresa fue uno de los aspectos que más se enfatizó en esa época. La comprensión de problemas como el estancamiento y la paralización del crecimiento aumentó significativamente y puso en el centro del debate aspectos relacionados con la saturación de la demanda en el mercado, las ventajas competitivas y los efectos del desarrollo tecnológico.

Para muchas empresas, la crisis petrolera de 1973 se tradujo en fuertes declives en sus niveles de rentabilidad y ritmos de crecimiento. Los mercados financieros se endurecieron notablemente: inflación, altos intereses y baja rentabilidad sobre los activos disminuyó la posibilidad de su apalancamiento financiero. De esta forma, ante la escasez de capital en el exterior, se vieron obligados a buscar financiamiento al interior, a través de varios caminos: la reducción de costos a través de políticas de desinversión; la redistribución de recursos por medio del autofinanciamiento; y el fomento al pensamiento estratégico.

La planificación estratégica basada en el análisis de cartera o de portafolio de negocios surgió como la opción más adecuada para reorganizar las actividades de la empresa. El marco conceptual era simple: considerar a la organización como un portafolios, en donde cada uno de los negocios, productos o servicios que componen su oferta tiene distintas necesidades de efectivo y diferentes capacidades para generar dinero. Con el portafolios de negocios, tanto la estrategia de concentrar capital a través de retirar la inversión y eliminar aquellos negocios poco rentables, como la opción del autofinanciamiento vía la reinversión de recursos en los negocios con mayor potencial de crecimiento, podían basarse en un procedimiento sistemático que permitía a los planeadores identificar los candidatos con las características idóneas para ser eliminados o capitalizados.

La base fundamental para el análisis de portafolios de negocios fue la matriz crecimiento-participación desarrollada por el Boston Consulting Group. Para integrar esta matriz se consideraron dos variables: el índice de crecimiento del mercado en el que participa un negocio y su posición relativa en él. A partir del cruce de las variables, se derivaron cuatro combinaciones básicas, cada una con una nueva denominación, que pronto se incorporaron al vocabulario de la gestión de empresas: los negocios con fuerte participación en mercados de alto crecimiento se denominaron “estrellas” (star); aquellos con baja participación ubicados en mercados de alto crecimiento “gallinas de los huevos de oro” o “vacas lecheras” (cash cow); los que contaban con fuerte participación en mercados de bajo crecimiento “niños problema” o “incógnitas” (question mark); y, por ultimo, aquellos con baja participación en mercados de bajo crecimiento “pozos sin fondo” o “perros” (dog).


La matriz crecimiento-participación se diseñó para ser aplicada principalmente en empresas diversificadas con estructura divisional, lo que facilitó la clasificación de los negocios de acuerdo a su posición en mercados diferenciados y estableció criterios objetivos para optimizar el financiamiento entre ellos. De esta manera, la empresa podía financiar su propio crecimiento, trasladando recursos de negocios con exceso de efectivo a negocios que pudieran utilizar esos recursos con mayor rentabilidad, bajo el principio de disociar el margen de utilidad de la tasa de crecimiento: una empresa con exceso de efectivo podía encontrar un negocio potencialmente atractivo y financiar su crecimiento, sin obligarlo a generar utilidades en el corto plazo.

Uno de los trabajos más influyentes en esta época es Competitive Strategy (Estrategia competitiva) de Michael Porter, que marcó la línea a seguir en el estudio y la práctica de diversos círculos académicos y empresariales. Porter planteó la existencia de una serie de fuerzas que determinan la rentabilidad de las empresas en un contexto competitivo y las obligan a crear y explotar ventajas competitivas que aseguren su supervivencia en el mercado.

Desde la visión de Porter, “la esencia de la formulación de una estrategia competitiva consiste en relacionar a una empresa con su medio ambiente”; en particular con aquel sector o sectores industriales en los cuales compite. En efecto, las características estructurales de cada sector industrial determinan las reglas competitivas del juego y las posibilidades estratégicas potencialmente disponibles para cada una de las empresas que participan en el sector. De esta manera, es posible identificar cinco fuerzas competitivas básicas que conjuntamente determinan la intensidad competitiva y la rentabilidad de las empresas en su sector industrial: nuevos ingresos, amenaza de sustitución, poder negociador de los compradores, poder negociador de los proveedores y la rivalidad entre los actuales competidores.



En este contexto, la formulación óptima de una estrategia competitiva depende de asignar a cada factor un peso específico en relación con las características particulares de cada sector; y con ello, integrar un conjunto de acciones ofensivas y/o defensivas que permitan mantener la posición competitiva de empresa en el sector, mejorarla de acuerdo a sus políticas de desarrollo o buscar una nueva posición dentro o fuera del sector, para obtener un mejor rendimiento del capital invertido.

A partir de este marco de referencia, Porter propone el concepto de “estrategias genéricas”, diseñadas a partir de la combinación de las cinco fuerzas competitivas y enfocadas a mantener la posición lograda por la empresa en su sector o a buscar una mejor posición que le permita sobresalir entre sus competidores. Estas estrategias pueden ser de tres tipos: el liderazgo general en costos, la diferenciación y el enfoque o segmentación. Cabe señalar que a cada estrategia genérica corresponde una serie de variaciones acordes al desarrollo y evolución del sector industrial en que se compite.


De acuerdo con Mintzberg, la matriz de crecimiento–participación, el programa PIMS, el análisis de fuerzas competitivas y estrategias genéricas y todos aquellos instrumentos analíticos dedicados a crear la estrategia adecuada para las condiciones existentes se consideran dentro del campo de estudio de la “Escuela de Posicionamiento”.

El argumento principal de la “Escuela de Posicionamiento” radica en el reconocimiento de un conjunto limitado de estrategias clave dirigidas a defender la posición económica de la empresa en un mercado altamente competitivo. La formación de la estrategia es percibida como un proceso controlado y consciente del que se derivan estrategias premeditadas y maduras que deben esclarecerse antes de su aplicación formal. Como sucede en las escuelas de “Diseño” y “Planificación”, la responsabilidad de contar con una estrategia recayó en el directivo principal y en el apoyo de un cuerpo planificador y/o consultor. Cabe señalar que si bien el planificador mantuvo su poder “tras el trono”, su función fue cualitativamente distinta. Su actividad se tornó más analítica, siempre asociada con el estudio de cifras y datos que le permitían recomendar las estrategias genéricas óptimas. Y curiosamente, de ser el “diseñador” de las estrategias, pasó a ser solamente quien las “seleccionaba” y “arrancaba” del “gran árbol de las oportunidades estratégicas genéricas”.

A pesar de su aparente racionalidad y eficacia, esta escuela presenta diversas deficiencias:

  • en su construcción sólo considera aspectos económicos y financieros, dejando de lado una serie de aspectos sociales, políticos y culturales cada vez más relevantes para las organizaciones actuales; 
  • al concentrarse en condiciones externas como la situación de la industria y la competencia, desestima la importancia de las condiciones internas;  
  • tiende a impedir el aprendizaje y el surgimiento de soluciones creativas e innovadoras. 


lunes, 2 de noviembre de 2020

Material de apoyo para la actividad 2


Presentaciones:

Presentación 3. No hay una sola forma o método para planear. Los seis ciegos y el elefante. La bestia del management estratégico. Las escuelas de Henry Mintzberg: prescriptivas, descriptivas e integración.

Presentación 4. La escuela de diseño. Orígenes. El modelo de política de Harvard. Premisas. Crítica. La escuela de la planificación. Orígenes. La brecha de la planificación. La curva de la experiencia. Los sistemas formales de planeación. Modelo de Steiner. Premisas. Modelo de Ansoff. Desglose de la planeación por niveles y jerarquías. Pecados.

Presentación 5. La escuela del posicionamiento. Orígenes. Matriz BCG: crecimiento - participación. El modelo de estrategia competitiva: Michael Porter. Premisas. Crítica.

Presentación 6. La escuela del aprendizaje. Orígenes. El modelo de administración japonesa. El modelo de 7s de Mckinsey. El incrementalismo disjunto o desarticulado. El incrementalismo lógico. La escuela del aprendizaje: premisas. La escuela del aprendizaje: crítica. TABLA INTEGRADORA.


Videos de apoyo:

Entrevista a Henry Mintzberg. Liderazgo y Management. Cátedra de Análisis Organizacional de la Universidad de Cuyo, Argentina.

Escuelas de planeación estratégica. Roberto Villaseñor. ITESM, México.


Sitios relevantes:

Portal de Henry Mintzberg.

Artículo: Las escuelas del pensamiento estratégico. Un análisis crítico. Leidy Garcés Osorno y Chirley Tovar Tovar. Universidad de San Buenaventura, Cali. Colombia.




 




El auge de la planeación estratégica: modelos formales para cerrar la brecha e impulsar el desarrollo




Los sistemas de planificación para el desarrollo.

El periodo comprendido entre mediados de la década de los años cincuenta y final de la de los sesenta se caracterizó por el surgimiento de una amplia diversidad de enfoques en torno a la planificación. En 1949, con la segunda traducción al inglés de Administration industrielle et générale de Henri Fayol y la difusión del sistema POSDCORB de Gulick y Urwick la planificación se destacó como un campo de estudio con un creciente número de seguidores.

Su grado de madurez se manifestaba con la aparición de los planificadores como una nueva clase profesional, una intelligentsia técnica, que se distinguía de los administradores tradicionales porque añadía habilidades especiales al análisis racional y a la solución de problemas. Sus aproximaciones teóricas permitían identificar claramente el carácter estratégico de la planeación. En efecto, mientras los administradores se ocupaban de las tareas de gestión diarias, los planificadores estaban principalmente interesados en la toma de decisiones no rutinarias. La formulación de estrategias pasó a ser responsabilidad de “un cuadro de planificadores altamente instruidos, parte de un departamento especializado en planificación estratégica con acceso al directivo principal”. Esta nueva clase profesional se apoyaba en la creencia ampliamente compartida de que la ciencia y las nuevas tecnologías desarrolladas para la toma de decisiones podían suministrar un consejo racional para trazar vías de acción futuras.

Con un instrumental compuesto por un conjunto de herramientas derivadas de la investigación de operaciones, como la teoría de juegos y la cibernética; y sustentado en nuevos principios de dirección de autores como Steiner, Drucker, Simon, Newman, Terry, Koontz y O’Donnell, los nuevos planificadores se dieron a la tarea de formular planes dirigidos a lograr el crecimiento de sus organizaciones.

Bruce Henderson afirma que entre las vacantes de empleo comenzaron a solicitarse directores y especialistas en desarrollo corporativo, cuyas funciones y responsabilidades consistían generalmente en “evaluar la posición y dirección de la compañía como un todo con objeto de desarrollar opciones que brindaran mejores probabilidades de conducir a condiciones más deseables”.  Asimismo, bajo la lógica del crecimiento sostenido y la expansión, las organizaciones alcanzaban grandes dimensiones: en 1960 las 50 corporaciones industriales más importantes de los Estados Unidos habían crecido hasta el punto de dar empleo a un promedio de 80 mil obreros cada una. Tan sólo la General Motors empleaba por si sola a 595,000 personas, mientras que la empresa telefónica AT&T, daba trabajo a 736,000 hombres y mujeres.

Esta frenética búsqueda del crecimiento exigía modelos de planeación enfocados a lograr el desarrollo de todo el potencial de la empresa, por lo que desde finales de la década de los años cincuenta y hasta mediados de la de los sesenta, predominaron los sistemas de planificación del desarrollo que tenían como propósito central estimular el crecimiento de la empresa bajo la premisa de que las organizaciones tienden a presentar impedimentos que inhiben el despliegue óptimo de sus capacidades.



En el esquema propuesto por Mintzberg los sistemas de planificación del desarrollo están relacionados con los antecedentes de la “Escuela de Planificación”. En este grupo, pueden considerarse las técnicas de planificación de largo plazo desarrolladas por el Stanford Research Institute a través del Long Range Planning Service, que, sobre la base de sofisticados pronósticos y evaluaciones sobre el mercado y la competencia, procedían a establecer una serie de metas y objetivos que permitieran cerrar la “brecha de planificación” (planning gap), es decir, la diferencia entre los resultados obtenidos y el potencial de realización de la empresa.

Bajo la influencia de los sistemas de planeación para el desarrollo, muchas empresas consiguieron aumentar su productividad y su eficiencia comercial, y con ello, expandieron su producción, mejoraron su posición en el mercado y, en algunos casos, crecieron explosivamente. En un estudio realizado en 1964 sobre las 13 compañías de crecimiento más rápido en los Estados Unidos se evidenció que para todas la planificación fue un asunto prioritario, y que en todos los casos se estimuló a sus ejecutivos para pensar en el futuro.

Sin embargo, el mundo empresarial norteamericano comenzó a padecer una transformación cualitativa. En un ámbito plagado de empresas y consorcios gigantes, monolíticos, limitados a una industria o a una estrecha gama de productos, surgieron dinámicas y poderosas empresas de menor tamaño pero con una oferta más diversificada y mayor capacidad de generar riqueza y responder a las necesidades de los consumidores.

Los sistemas formales de planeación.

Los sistemas formales de planificación aparecieron en la segunda mitad de la década de los años sesenta, en un contexto en el que, a pesar de mantenerse el crecimiento de la economía, comenzaban a perfilarse los síntomas del agotamiento de los patrones de vida de la sociedad industrial norteamericana. Una ola de disturbios económicos, políticos y sociales recorrió el mundo rompiendo la continuidad y la certeza en el futuro y dejando entrever la vulnerabilidad de las organizaciones frente a los factores externos que se encontraban más allá del terreno de su control.

Para muchas organizaciones los síntomas de la turbulencia se vieron agravados por el caos interno generado por su propio crecimiento. En ese momento, la respuesta consistió en “poner orden a las cosas" –reorganizando y fortaleciendo los mecanismos administrativos- con la intención de lograr la mayor eficiencia y racionalidad posible en el desempeño global de la organización. En efecto, la turbulencia y el caos se agregaron a las críticas realizadas a los sistemas de planificación del desarrollo, lo que motivó que para esta etapa, la planeación pusiera un énfasis particular en formalizar los procedimientos y el engranaje de los mismos dentro de la estructura de la organización. Para Mintzberg, esta etapa se considera dentro de la “Escuela de la Planificación”

Dentro de las propuestas más representativas en esta etapa pueden considerarse los sistemas de planeación y presupuestación desarrollados por Robert McNamara en la Ford Motor Company y en el Departamento de Defensa de los Estados Unidos.

En 1961, Robert McNamara fijó su atención en la planeación estratégica cuando dejó la Ford Motor Company para servir como Secretario de Defensa en la Administración del Presidente Kennedy. Como presidente de Ford, McNamara había empleado la planeación multianual para la formulación de pronósticos e identificación de opciones y salidas estratégicas. Aplicó estas mismas técnicas en su encargo gubernamental, dando especial énfasis al desarrollo del Sistema de Planeación Programación Presupuestación por sus siglas en inglés PPBS (Planning Programing Budgeting System) como una forma de planeación estratégica avanzada que liga el proceso de diseño de estrategias con la programación presupuestal. Los resultados de la aplicación del PPBS fueron alentadores: se habían superado las tradicionales inercias en la distribución de los recursos, fincándose, con ello, bases objetivas y racionales para la toma de decisiones, con las que se identificaban con claridad, en la integración del plan y los programas, los objetivos, las metas y las actividades que asumieran un carácter estratégico para la organización.

En general, las diferentes propuestas de sistemas de planeación formal arrojaron una serie de elementos metodológicos enfocados a la construcción de planes estratégicos,  que pueden agruparse y reintegrarse en un esquema básico conformado por las siguientes etapas:

- el análisis de fortalezas versus debilidades y amenazas versus oportunidades;
- la fijación de objetivos y metas;
- la formulación del plan estratégico;
- la evaluación y aprobación del plan;
- elaboración de presupuestos, planes y proyectos operativos;
- su puesta en operación y posterior retroalimentación.

Es evidente que si bien se recupera el conjunto básico de ideas del Modelo de Política de Harvard, se agrega para cada etapa un importante instrumental tecnológico consistente en metodologías, procedimientos, sistemas de información, análisis formales y pronósticos sobre tendencias futuras.


Junto a los sistemas de planeación del desarrollo explicados en el apartado anterior, los sistemas formalizados de planeación pertenecen a la que Mintzberg denomina “escuela de la planificación”. Esta escuela adopta una parte importante de los principios de la “escuela de diseño”. Se sustenta en tres premisas esenciales:

1. Las estrategias surgen de un proceso controlado y consciente de planificación formal, separado en etapas precisas sustentadas en técnicas.
2. La responsabilidad del proceso recae en la alta dirección, la cual cuenta para elaborar los planes, con la unidad o departamento de planificación.
3. Al final del proceso, se presupone que se obtiene un plan estratégico con las características necesarias para ser aplicado prestando minuciosa atención a los objetivos, presupuestos, programas y planes operativos de diversos tipos.

En la práctica, los sistemas formalizados de planeación se enfrentaron a limitaciones conceptuales y obstáculos para su aplicación. Wilson, en 1994, expuso los pecados de la planificación estratégica:

- los planificadores excluyeron del proceso de desarrollo de la estrategia a los directivos y responsables de áreas sustantivas de la organización;
- las metodologías del proceso se tornaron cada vez más complejas lo que originó que se diera más énfasis al análisis y menos al surgimiento de ideas creativas e innovadoras;
- los ejecutivos evadían la responsabilidad de aplicar las nuevas estrategias;
- los procesos eran insuficientes para conformar alternativas estratégicas sólidas;
- los requisitos organizacionales y culturales eran ignorados o poco considerados;
- y las aportaciones de los métodos de previsión, al basarse en la extrapolación de tendencias pasadas, resultaban limitados para enfrentar las sorpresas de la creciente incertidumbre en el medio ambiente.

Los orígenes: de la "Administración Científica" al Modelo de Política de Empresa


El ejercicio de la planeación en las organizaciones sociales tiene un origen remoto. En diversas épocas de la historia se han relatado estrategias en todos los ámbitos de la actividad humana: la guerra, el comercio, la política, la agricultura, las artes y las ciencias. Sin embargo, se considera que los primeros intentos por estudiar sistemáticamente los principios básicos de la planeación y la estrategia ocurrieron en las últimas dos décadas del siglo XIX con el nacimiento de la Ciencia de la Dirección de Empresas.

En 1886, Henry W. Towne presentó una propuesta a la Sociedad Americana de Ingenieros Mecánicos que, en su momento, fue considerada como revolucionaria. En ella se reconocía la carencia de bibliografía relacionada con la dirección de empresas, la necesidad de realizar estudios en la materia y promover el intercambio de ideas y experiencias administrativas que impulsaran el progreso de la disciplina. No obstante, fue hasta 1911, con la publicación de la obra The principles of scientific management de Frederick Taylor cuando se sentaron las bases de la Ciencia de la Dirección, con principios, leyes y reglas claramente especificados que sustituirían a los antiguos métodos prácticos. El resultado fue impactante; a raíz de su aplicación en las compañías ferroviarias del este de los Estados Unidos, la denominada “dirección científica” adquirió un reconocido prestigio en el mundo empresarial norteamericano. En poco tiempo, adoptando los métodos de la “dirección científica”, las compañías habían reducido considerablemente sus costos, por un lado, y aumentado los salarios, por otro, sin que esto hubiera implicado un aumento en las tarifas para los usuarios del servicio.

Este hecho acaparó la atención mundial, inclusive, el líder de la Revolución Rusa de 1917, Vladimir I. Lenin, estaba convencido de la necesidad de introducir la “dirección científica” en la construcción de la economía soviética. Sugería incorporar a la administración de la URSS los últimos avances del capitalismo, a través de organizar en Rusia el estudio y la enseñanza del sistema de Taylor, su experimentación y adaptación sistemáticas. Así, la “dirección científica” comenzó a difundirse en su área de influencia. Con una amplia visión, Lenin reconoció en las teorías de Taylor un inmenso progreso de la ciencia al abrir el camino a un enorme incremento de la productividad del trabajo humano y preconizó, en 1918, la extensión del taylorismo al conjunto de la sociedad, estimando que en una sociedad socialista se emplearía para emancipar al proletariado, no para explotarlo.

El reconocimiento adquirido por la “dirección científica” pasó también al mundo académico: se aceptó a la dirección científica como una disciplina universitaria respetable. En universidades como Columbia, Cornell, Pennsylvania y Harvard se iniciaron cursos y seminarios en la materia. Poco a poco fueron proliferando expertos y publicándose nuevos trabajos que fortalecieron la naciente disciplina, que originalmente concentró su atención en la realización de tareas y en la responsabilidad de la dirección para planificar, organizar y controlar las tareas de los empleados.

Al respecto, los trabajos de Henry Fayol merecen una mención especial. Como ingeniero e industrial, su preocupación por la racionalización y eficiencia de los métodos de gestión de empresas lo llevaron a definir y perfeccionar la "función administrativa". En Administration Industrielle et Generale, publicado en 1916, Fayol clasificó la ciencia de la dirección de empresas en cinco áreas funcionales: planificación, organización, mando, coordinación y control. Con ello, sentaría las bases para una "doctrina administrativa" cuyos principios son válidos para cualquier tipo de organización y serviría de influencia para otros autores como Gulick y Urwick, quienes, en 1936, en la obra Ensayos sobre la ciencia de la administración pretendieron también enunciar preceptos de organización válidos universalmente, a través del desarrollo de un sistema que denominarían POSDCORB (Planeación, Organización, Reclutamiento, Dirección, Coordinación, Reporte y Presupuestación).

El estudio de la planeación y la formulación de políticas y estrategias comenzó a germinar en las aulas universitarias. En 1920, la Escuela de Negocios de la Universidad de Harvard abrió sus primeros seminarios sobre Política de Empresa, que, basados en el análisis de experiencias y "estudios de casos" se aproximaban a la formulación de modelos teóricos dirigidos al diseño de estrategias empresariales. Para 1922, con el establecimiento del Programa de Doctorado en Negocios y la fundación de la Harvard Business Review,  el denominado "Modelo de Política de Harvard" se consolidó como una herramienta efectiva para la dirección de empresas.

El "Modelo de Política de Harvard" se concentra en la dirección de empresas a partir del estudio de "las funciones y responsabilidades de los encargados que dirigen con éxito un negocio o una entidad multifuncional dentro del mismo". Reconoce la importancia de todos los problemas que influyen en el carácter o el éxito de toda la empresa: la elección de objetivos, el perfil exterior, la capacidad organizativa y la movilización de recursos para el logro de metas. La creación de estrategias procura hacer coincidir las capacidades internas y las posibilidades externas a la organización. Brinda particular atención a circunstancias cambiantes relacionadas con variaciones en la demanda, respuestas de la competencia y escasez de habilidades o de capital.

El “Modelo de Política” pone especial énfasis en la evaluación de situaciones internas y externas: fortalezas y debilidades en el primer caso, y amenazas y oportunidades en el segundo. En suma, como afirma Kenneth Andrews, el “Modelo de Política” puede concebirse como una mezcla de metas y propósitos, de impedimentos y de obstáculos, de riesgos y aplicaciones y de información del entorno encaminados a la decisión estratégica. Con ello, la formulación de la política pretende dar una solución acertada a la confusión prevaleciente entre las fuerzas del entorno, las metas y los recursos.

Para muchos académicos y profesionales el "Modelo de Política de Harvard" mantiene su vigencia. Se ha considerado como una de las principales fuentes de inspiración para el desarrollo de modelos de planeación estratégica en el sector público y en organizaciones sin fines de lucro. Kenneth Andrews indica que el “Modelo de Política” rebasa a las simples instituciones denominadas empresas. Bajo el argumento de que los directivos tienen la función universal de “decidir lo que una organización debe hacer y conseguir que eso se realice, se trate o no de un negocio”, los jefes de organismos gubernamentales civiles y militares, hospitales, fundaciones nacionales e internacionales, universidades y otras organizaciones sin fines de lucro han debido acercarse al “Modelo de Política” para mejorar la dirección y la eficacia de sus organizaciones.

En efecto, Hofer y Schendel, al reconstruir un esquema del “Modelo de Política”, reconocen su inclinación hacia los aspectos políticos y sociales de la planeación estratégica, algo ajeno a la literatura de dirección de empresas, donde lo común es concentrarse en los aspectos económicos y tecnológicos del proceso.



Bajo la perspectiva metodológica de Mintzberg, el Modelo de Política de Harvard aparece como el patrón fundamental de la “escuela de diseño”, de la que se derivan las siguientes premisas:

1. La formación de la estrategia es un proceso deliberado del pensamiento consciente: la acción deriva de la razón.
2. La responsabilidad del control y conocimiento descansa en el directivo principal: él es el estratega, mientras que los otros miembros de la organización juegan un papel secundario.
3. El modelo de formación de la estrategia se mantiene simple, explícito e informal: todos deben comprenderlo.
4. Las estrategias son únicas: provienen de un proceso de diseño individualizado acorde a situaciones particulares.
5. El diseño de la estrategia finaliza cuando aparece completamente formulada: es una concepción absoluta; sólo entonces estará lista para su aplicación.




Entre las aportaciones más significativas de esta escuela al campo de estudio de la planeación estratégica destacan dos elementos: el desarrollo de amplio vocabulario para el análisis y la idea fundamental de que, en una organización, la planeación debe lograr el equilibrio entre las oportunidades externas y las capacidades internas.

En cuanto a sus limitaciones, Mintzberg menciona que el aprendizaje en la organización se ve obstruido por el propio diseño y concepción de la estrategia, la cual al quedar bajo la responsabilidad del directivo principal y limitar la participación de los otros miembros de la organización, genera una brecha entre los que piensan y los que ejecutan. En este sentido, al concentrarse únicamente en el análisis de las capacidades internas y las posibilidades externas deja sin considerar múltiples factores de incertidumbre y el posible surgimiento de estrategias emergentes que faciliten un cambio estratégico cuando sea necesario. Agrega, finalmente, la tendencia de los directivos a simplificar demasiado la estrategia, negando que su formación sea un proceso de aprendizaje largo, sutil y difícil.

sábado, 24 de octubre de 2020

Actividad 2: Safari a la Estrategia



1. Lee con atención la Introducción y los capítulos que corresponden a las Escuelas de Diseño, Planificación, Posicionamiento y Aprendizaje del texto de MINTZBERG, Henry, Bruce Ahlstrand y Joseph Lampel. Safari a la estrategia. Buenos Aires. Granica. 1999

2. Identifica las características; similitudes; aspectos favorables y desfavorables: y contexto histórico de cada Escuela y describe, al menos, cinco puntos de cada uno, en la tabla PEGP_Tarea_II_Nombre del alumno para presentar tus resultados. Envíalo a jccruz2000@yahoo.com a más tardar el 15 de noviembre de 2020.



viernes, 23 de octubre de 2020

Posturas frente al futuro en Russell Ackoff




Para algunas personas ya es demasiado tarde para preocuparnos por el futuro. Nuevos profetas con visiones catastróficas promueven la resignación y una actitud pasiva y paralizante frente al porvenir que nos reduce a ser simples espectadores de la crisis. Sin embargo, Russel Ackoff sugiere que “mientras haya algo que hacer, por pequeño que sea, debemos hacerlo (...) Una idea puede movilizar a los individuos para que participen en una cruzada social en búsqueda de un ideal. Les puede inducir a deshacer y rehacer lo que ya han hecho consciente o inconscientemente, y a volver a obtener el control del todo del cual son parte…” 
Ackoff advierte que en diferentes esferas de la sociedad prevalecen una serie de actitudes frente al futuro ligadas a distintas orientaciones temporales. Algunos individuos y organizaciones son del tipo reactivo –miran hacia el pasado; otras, se definen como  inactivas -se orientan al presente-; existen algunas que se orientan hacia el futuro -se denominan preactivas-; la última orientación considera al pasado, al presente y al futuro como aspectos diferentes, pero inseparables para encontrar la solución de problemas y realizar los anhelos y deseos sociales. Esta orientación se denomina interactiva. 

En la realidad, éstas cuatro orientaciones básicas son como los colores primarios -rara vez aparecen en sus formas más puras-. En las organizaciones e individuos se combinan regularmente en diferentes proporciones de acuerdo a condiciones y circunstancias particulares, dando un amplio rango de actitudes secundarias. Sin embargo, en todos los casos es posible reconocer el predominio de alguna actitud sobre las otras. Además, las orientaciones cambian de tiempo en tiempo, de persona a persona y de situación a situación.

a) El reactivismo se caracteriza por su propensión al pasado, es decir, prefiere el estado anterior de las cosas al presente. Los individuos y organizaciones que se suman a esta corriente consideran que las cosas van de mal en peor, por lo que se resisten a los cambios y tratan siempre de volver al pasado. Se basan en una filosofía administrativa reaccionaria, por lo que luchan por revertir las transformaciones relevantes. 
Tratan a toda costa de evitar los efectos indeseables del cambio, más que pensar en situaciones deseables, por lo que se orientan más por remediar las cosas que por  concretar sus aspiraciones. Reaccionan frente a la mayoría de los cambios propuestos con la frase “ya lo intentamos y no sirve”. Tienden a enfrentar el futuro con cara de pasado, por lo que tienen una visión más clara del lugar donde vinieron que del lugar hacia donde se dirigen.

Para los reactivistas la tecnología es la causa de todos los males, la consideran como el origen de los cambios. Prefieren el arte a la ciencia, por lo que enfrentan los problemas confiando sólo en el sentido común, la intuición y el juicio basados en la experiencia. Al respecto, consideran a la experiencia como el mejor profesor y otorgan  gran valor a la madurez, la edad y la inmovilidad.

Tratan de evitar la complejidad, reduciendo los enredos complejos a problemas sencillos que tienen soluciones simples, probadas y confiables. De esta manera, resuelven los problemas a través de panaceas, desechando estrategias innovadoras. La imagen que reflejan es la de estar nadando en contra de la marea del cambio, para llegar a playas conocidas. 
b) El inactivismo se caracteriza por su propensión al momento presente. Los individuos y organizaciones que se ubican en esta línea están satisfechos con el estado actual de las cosas, por lo que piensan que cualquier intervención al curso de los eventos, no los mejorará, sino los empeorará. Al igual que los reactivistas evitan el cambio asumiendo una actitud pasiva, “no hacer nada”. Sus objetivos son la estabilidad y la supervivencia. Por naturaleza son conservadores y si bien las condiciones actuales no les parecen las mejores posibles, creen que son bastante buenas.  Consideran que los cambios sociales y ambientales son superficiales o temporales y que las cosas se arreglaran por sí solas. 

Las organizaciones inactivistas son extremadamente verticales y autoritarias. El flujo de información de abajo hacia arriba se enfrenta a múltiples obstáculos, lo que demora  tomar decisiones y emprender acciones. Sólo se ven forzadas a emprender acciones para impedir los cambios. Al practicar lo que se denominaría una “administración de la crisis” se aterran más de hacer algo que no se necesite hacer (errores de comisión) que de no hacer algo que debiera hacer (errores de omisión). Reaccionan solamente ante amenazas serias, y no frente a las oportunidades. 

Ackoff ubica a Albert Hirschman y Charles Lindblom dentro de esta corriente. El llamado “incrementalismo disjunto” se sustenta en políticas inactivistas. Aconsejan tratar cada problema por separado, interviniendo sólo a través de incrementos mínimos en la política existente. No creen en la planeación, ni siquiera creen en que los problemas puedan solucionarse.

Las únicas organizaciones que pueden sobrevivir con una administración inactiva son aquellas que se encuentran protegidas contra sus respectivos medios ambientes mediante subsidios que aseguran su supervivencia, por ejemplo, las universidades, algunas dependencias de gobierno y las empresas monopólicas. Dada la cautela con que actúan, casi nunca cometen errores de proporciones catastróficas, por lo que, cuando mueren, lo hacen lentamente. La imagen proyectada por el inactivismo es la de ir navegando dejándose llevar por la marea, sin dar golpes bruscos de timón o mecer el barco.
c) El preactivismo tiende a pensar en el futuro. Los individuos y organizaciones que pertenecen a esta corriente se muestran inconformes con la forma en que están o estuvieron las cosas, por lo que consideran al futuro mejor que el presente o el pasado, dependiendo de cómo se preparen para él. Buscan acelerar el cambio, predecirlo y prepararlo. Desean más que la simple supervivencia, pretenden crecer, mejorar, hacerse más grandes y poderosos. 
Se preocupan tanto por las oportunidades, como por las amenazas reales y potenciales. Constantemente intentan identificar y encarar los problemas antes de que se compliquen, e incluso, antes de que aparezcan, por lo que se interesan y apasionan por  las predicciones, las proyecciones y todas aquellas formas de poder explorar el futuro. 

Al igual que los reactivistas consideran que la tecnología es la causante de los cambios, pero a diferencia de ellos, piensan que el cambio es positivo. La tecnología aparece como la solución a casi todos sus problemas. Si bien, están conscientes de que el futuro es algo incontrolable, tienen fe en que la tecnología les permitirá resolver los problemas que se presenten.

Son perfeccionistas, confían en la parafernalia que proporcionan la ciencia y la tecnología. La planeación y la solución de problemas se basan más en la lógica, la ciencia y la experimentación que en el sentido común, la intuición y el juicio. Conceden muy poca importancia a la experiencia, a la que consideran como un maestro lento, impreciso y ambiguo. De esta manera se orientan más a las cosas que a las personas. Tratan con las personas de manera colectiva, impersonal, ya que consideran que el comportamiento colectivo es más predecible.

Las organizaciones preactivas pretenden predecir el futuro y prepararse para él.  Hacen planes para el futuro, no planifican el futuro propio. Los planes consisten en evitar las amenazas del futuro y explotar las oportunidades futuras. Les preocupa más perder una oportunidad que cometer un error. A diferencia de los inactivistas, consideran que los errores de comisión son menos costosos y fáciles de corregir que los errores de omisión.

Se sustentan en una filosofía administrativa de carácter liberal. Promueven cambios dentro del sistema, no cambios del sistema o en el medio ambiente. Son reformadores más que revolucionarios. Su imagen se asocia con un navío que no busca ir contra la corriente, ni con ella, sino viajar por delante de ella y desembarcar en algún lugar donde nadie haya llegado antes. 

d) El interactivismo no está conforme con el estado actual de las cosas, ni con la forma en como se desarrollan, tampoco están dispuestos a regresar al pasado o acelerar la llegada del futuro. Las organizaciones e individuos interactivistas niegan lo que implícitamente suponen los inactivistas, los reactivistas y los preactivistas; que el futuro está fuera de control. Consideran que pueden diseñar un futuro deseable e inventar la forma de lograrlo, ya que éste puede ser influenciado por lo que uno hace y por lo que los demás hacen, del mismo modo que las acciones pasadas modificaron el curso del presente. Piensan que el futuro está sujeto a creación. 

Coinciden con los preactivistas en su percepción de la tecnología. Sin embargo, no consideran que los cambios que ésta genera son siempre positivos, ya que depende, de acuerdo con ellos, con la forma en que sea utilizada. En cuanto al futuro, no sólo se preparan para afrontar las amenazas, sino que tratan de prevenir y crear, y no sólo explotar las oportunidades. Creen que los preactivistas pierden demasiado tiempo tratando de predecir el futuro y sostienen firmemente que el futuro depende más de lo que se haga hoy. Reconocen que el principal obstáculo entre el hombre y el futuro que desea, es el hombre mismo.

No sólo buscan la supervivencia o el desarrollo, buscan el autodesarrollo, la autorrealización y el autocontrol. Confían en su capacidad para diseñar y controlar su propio destino. Si bien, se comportan como idealistas, formulan planes para desempeñarse mejor en el futuro de lo que parece lo mejor posible en la actualidad. Están conscientes que sus ideales sólo pueden lograrse si se acercan paulatinamente.

De esta manera, la formulación de ideales y el diseño de futuros idealizados no son ejercicios vacíos ni utopías, son pasos necesarios para establecer acciones continuas en el largo plazo y se basan en nuestro conocimiento actual y en la comprensión de nosotros mismos y de nuestro medio ambiente. Consecuentemente, deben reformularse continuamente en la medida en que comienzan a cristalizarse y se incrementa la capacidad humana para aprender y adaptarse.

Si los inactivistas tratan de sujetarse a una posición firme para no ser arrastrados por la marea, los reactivistas nadan contra la corriente y los preactivistas intentan avanzar con la marea para llegar primero, lo interactivistas proyectan una imagen diferente: tratan de controlar la marea.

Cada una de estas actitudes se relaciona con condiciones históricas particulares. Ninguna es mejor o superior a las otras: su idoneidad, eficacia y oportunidad depende de los intereses, valores y fines a los que responden los actores sociales frente a situaciones específicas. Para las cuatro posturas la percepción de futuro es trascendente. Si bien unos -inactivismo y reactivismo- miran al futuro con un gesto adverso y hostil; otros -preactivismo e interactivismo- asumen una conducta favorable y propicia hacia él. 

Actividad FINAL: Administración de proyectos y marco lógico

1.  Responde a las siguientes preguntas: a) ¿Qué es un proyecto? ¿Cuáles son sus características? b) ¿Qué etapas comprende el ciclo...