viernes, 23 de octubre de 2020

Posturas frente al futuro en Russell Ackoff




Para algunas personas ya es demasiado tarde para preocuparnos por el futuro. Nuevos profetas con visiones catastróficas promueven la resignación y una actitud pasiva y paralizante frente al porvenir que nos reduce a ser simples espectadores de la crisis. Sin embargo, Russel Ackoff sugiere que “mientras haya algo que hacer, por pequeño que sea, debemos hacerlo (...) Una idea puede movilizar a los individuos para que participen en una cruzada social en búsqueda de un ideal. Les puede inducir a deshacer y rehacer lo que ya han hecho consciente o inconscientemente, y a volver a obtener el control del todo del cual son parte…” 
Ackoff advierte que en diferentes esferas de la sociedad prevalecen una serie de actitudes frente al futuro ligadas a distintas orientaciones temporales. Algunos individuos y organizaciones son del tipo reactivo –miran hacia el pasado; otras, se definen como  inactivas -se orientan al presente-; existen algunas que se orientan hacia el futuro -se denominan preactivas-; la última orientación considera al pasado, al presente y al futuro como aspectos diferentes, pero inseparables para encontrar la solución de problemas y realizar los anhelos y deseos sociales. Esta orientación se denomina interactiva. 

En la realidad, éstas cuatro orientaciones básicas son como los colores primarios -rara vez aparecen en sus formas más puras-. En las organizaciones e individuos se combinan regularmente en diferentes proporciones de acuerdo a condiciones y circunstancias particulares, dando un amplio rango de actitudes secundarias. Sin embargo, en todos los casos es posible reconocer el predominio de alguna actitud sobre las otras. Además, las orientaciones cambian de tiempo en tiempo, de persona a persona y de situación a situación.

a) El reactivismo se caracteriza por su propensión al pasado, es decir, prefiere el estado anterior de las cosas al presente. Los individuos y organizaciones que se suman a esta corriente consideran que las cosas van de mal en peor, por lo que se resisten a los cambios y tratan siempre de volver al pasado. Se basan en una filosofía administrativa reaccionaria, por lo que luchan por revertir las transformaciones relevantes. 
Tratan a toda costa de evitar los efectos indeseables del cambio, más que pensar en situaciones deseables, por lo que se orientan más por remediar las cosas que por  concretar sus aspiraciones. Reaccionan frente a la mayoría de los cambios propuestos con la frase “ya lo intentamos y no sirve”. Tienden a enfrentar el futuro con cara de pasado, por lo que tienen una visión más clara del lugar donde vinieron que del lugar hacia donde se dirigen.

Para los reactivistas la tecnología es la causa de todos los males, la consideran como el origen de los cambios. Prefieren el arte a la ciencia, por lo que enfrentan los problemas confiando sólo en el sentido común, la intuición y el juicio basados en la experiencia. Al respecto, consideran a la experiencia como el mejor profesor y otorgan  gran valor a la madurez, la edad y la inmovilidad.

Tratan de evitar la complejidad, reduciendo los enredos complejos a problemas sencillos que tienen soluciones simples, probadas y confiables. De esta manera, resuelven los problemas a través de panaceas, desechando estrategias innovadoras. La imagen que reflejan es la de estar nadando en contra de la marea del cambio, para llegar a playas conocidas. 
b) El inactivismo se caracteriza por su propensión al momento presente. Los individuos y organizaciones que se ubican en esta línea están satisfechos con el estado actual de las cosas, por lo que piensan que cualquier intervención al curso de los eventos, no los mejorará, sino los empeorará. Al igual que los reactivistas evitan el cambio asumiendo una actitud pasiva, “no hacer nada”. Sus objetivos son la estabilidad y la supervivencia. Por naturaleza son conservadores y si bien las condiciones actuales no les parecen las mejores posibles, creen que son bastante buenas.  Consideran que los cambios sociales y ambientales son superficiales o temporales y que las cosas se arreglaran por sí solas. 

Las organizaciones inactivistas son extremadamente verticales y autoritarias. El flujo de información de abajo hacia arriba se enfrenta a múltiples obstáculos, lo que demora  tomar decisiones y emprender acciones. Sólo se ven forzadas a emprender acciones para impedir los cambios. Al practicar lo que se denominaría una “administración de la crisis” se aterran más de hacer algo que no se necesite hacer (errores de comisión) que de no hacer algo que debiera hacer (errores de omisión). Reaccionan solamente ante amenazas serias, y no frente a las oportunidades. 

Ackoff ubica a Albert Hirschman y Charles Lindblom dentro de esta corriente. El llamado “incrementalismo disjunto” se sustenta en políticas inactivistas. Aconsejan tratar cada problema por separado, interviniendo sólo a través de incrementos mínimos en la política existente. No creen en la planeación, ni siquiera creen en que los problemas puedan solucionarse.

Las únicas organizaciones que pueden sobrevivir con una administración inactiva son aquellas que se encuentran protegidas contra sus respectivos medios ambientes mediante subsidios que aseguran su supervivencia, por ejemplo, las universidades, algunas dependencias de gobierno y las empresas monopólicas. Dada la cautela con que actúan, casi nunca cometen errores de proporciones catastróficas, por lo que, cuando mueren, lo hacen lentamente. La imagen proyectada por el inactivismo es la de ir navegando dejándose llevar por la marea, sin dar golpes bruscos de timón o mecer el barco.
c) El preactivismo tiende a pensar en el futuro. Los individuos y organizaciones que pertenecen a esta corriente se muestran inconformes con la forma en que están o estuvieron las cosas, por lo que consideran al futuro mejor que el presente o el pasado, dependiendo de cómo se preparen para él. Buscan acelerar el cambio, predecirlo y prepararlo. Desean más que la simple supervivencia, pretenden crecer, mejorar, hacerse más grandes y poderosos. 
Se preocupan tanto por las oportunidades, como por las amenazas reales y potenciales. Constantemente intentan identificar y encarar los problemas antes de que se compliquen, e incluso, antes de que aparezcan, por lo que se interesan y apasionan por  las predicciones, las proyecciones y todas aquellas formas de poder explorar el futuro. 

Al igual que los reactivistas consideran que la tecnología es la causante de los cambios, pero a diferencia de ellos, piensan que el cambio es positivo. La tecnología aparece como la solución a casi todos sus problemas. Si bien, están conscientes de que el futuro es algo incontrolable, tienen fe en que la tecnología les permitirá resolver los problemas que se presenten.

Son perfeccionistas, confían en la parafernalia que proporcionan la ciencia y la tecnología. La planeación y la solución de problemas se basan más en la lógica, la ciencia y la experimentación que en el sentido común, la intuición y el juicio. Conceden muy poca importancia a la experiencia, a la que consideran como un maestro lento, impreciso y ambiguo. De esta manera se orientan más a las cosas que a las personas. Tratan con las personas de manera colectiva, impersonal, ya que consideran que el comportamiento colectivo es más predecible.

Las organizaciones preactivas pretenden predecir el futuro y prepararse para él.  Hacen planes para el futuro, no planifican el futuro propio. Los planes consisten en evitar las amenazas del futuro y explotar las oportunidades futuras. Les preocupa más perder una oportunidad que cometer un error. A diferencia de los inactivistas, consideran que los errores de comisión son menos costosos y fáciles de corregir que los errores de omisión.

Se sustentan en una filosofía administrativa de carácter liberal. Promueven cambios dentro del sistema, no cambios del sistema o en el medio ambiente. Son reformadores más que revolucionarios. Su imagen se asocia con un navío que no busca ir contra la corriente, ni con ella, sino viajar por delante de ella y desembarcar en algún lugar donde nadie haya llegado antes. 

d) El interactivismo no está conforme con el estado actual de las cosas, ni con la forma en como se desarrollan, tampoco están dispuestos a regresar al pasado o acelerar la llegada del futuro. Las organizaciones e individuos interactivistas niegan lo que implícitamente suponen los inactivistas, los reactivistas y los preactivistas; que el futuro está fuera de control. Consideran que pueden diseñar un futuro deseable e inventar la forma de lograrlo, ya que éste puede ser influenciado por lo que uno hace y por lo que los demás hacen, del mismo modo que las acciones pasadas modificaron el curso del presente. Piensan que el futuro está sujeto a creación. 

Coinciden con los preactivistas en su percepción de la tecnología. Sin embargo, no consideran que los cambios que ésta genera son siempre positivos, ya que depende, de acuerdo con ellos, con la forma en que sea utilizada. En cuanto al futuro, no sólo se preparan para afrontar las amenazas, sino que tratan de prevenir y crear, y no sólo explotar las oportunidades. Creen que los preactivistas pierden demasiado tiempo tratando de predecir el futuro y sostienen firmemente que el futuro depende más de lo que se haga hoy. Reconocen que el principal obstáculo entre el hombre y el futuro que desea, es el hombre mismo.

No sólo buscan la supervivencia o el desarrollo, buscan el autodesarrollo, la autorrealización y el autocontrol. Confían en su capacidad para diseñar y controlar su propio destino. Si bien, se comportan como idealistas, formulan planes para desempeñarse mejor en el futuro de lo que parece lo mejor posible en la actualidad. Están conscientes que sus ideales sólo pueden lograrse si se acercan paulatinamente.

De esta manera, la formulación de ideales y el diseño de futuros idealizados no son ejercicios vacíos ni utopías, son pasos necesarios para establecer acciones continuas en el largo plazo y se basan en nuestro conocimiento actual y en la comprensión de nosotros mismos y de nuestro medio ambiente. Consecuentemente, deben reformularse continuamente en la medida en que comienzan a cristalizarse y se incrementa la capacidad humana para aprender y adaptarse.

Si los inactivistas tratan de sujetarse a una posición firme para no ser arrastrados por la marea, los reactivistas nadan contra la corriente y los preactivistas intentan avanzar con la marea para llegar primero, lo interactivistas proyectan una imagen diferente: tratan de controlar la marea.

Cada una de estas actitudes se relaciona con condiciones históricas particulares. Ninguna es mejor o superior a las otras: su idoneidad, eficacia y oportunidad depende de los intereses, valores y fines a los que responden los actores sociales frente a situaciones específicas. Para las cuatro posturas la percepción de futuro es trascendente. Si bien unos -inactivismo y reactivismo- miran al futuro con un gesto adverso y hostil; otros -preactivismo e interactivismo- asumen una conducta favorable y propicia hacia él. 

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