1. La planeación es una práctica común
en la mayoría de las organizaciones. Con mayor o menor grado de formalización,
las personas buscan reconocer sus capacidades y limitaciones para enfrentar las
necesidades, desafíos, oportunidades y riesgos de su entorno. De manera
natural, prevalece la idea de que su sobrevivencia dependerá de ello. Por
tanto, la planeación se convierte en una de las competencias deseables para los
“más aptos”.
2. Frente a la complejidad de su
entorno, los gobiernos han promovido un conjunto de cambios para mejorar su
desempeño. No sólo se trata de mejorar la eficacia y eficiencia en su
funcionamiento, o la calidad de los bienes y servicios que generan; sino
asegurar sus resultados e impactos en sus fines últimos. En ello, la planeación
es una pieza fundamental que permite, tanto construir “propósitos”, como reconocer
carencias y potencialidades.
3. ¿Cómo opera y cómo debería operar la
planeación en la administración pública? ¿Existen los saberes necesarios para
hacerla funcionar? ¿Es una simple herramienta aislada o depende de un conjunto de
prácticas para generar buenos resultados? ¿Es una actitud? ¿Tiene sentido
destinarle recursos? Responder estas y otras preguntas implicará reflexionar
sobre su naturaleza, contenido, utilidad y sobre todo, sobre sus formas y
expresiones más concretas.
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